Ya lo dijo Borges, «hay libros que no han sido escritos para nosotros», sobre todo cuando el ejercicio de la lectura se lleva a cabo de manera insana, superficial o con lecturas que no exigen demasiado de nuestra parte, en definitiva, que nos resuelven todo y como lectores no somos más que espectadores.
Por nombrar un caso, con Juan Carlos Onetti, suelen darse comentarios, como el que citaré a continuación, de personas que son de leer mucho, pero otro tipo de narrativas, más lineales. Esto comentaba alguien sobre la novela Juntacadáveres de Onetti: «Narración lenta y pesada, con periodos largos, repetitivos y dispersivos. No pude terminarlo.»
En este caso, quizás lo acertado no era terminarlo, sino saber detenerse junto al ritmo de la prosa, Onetti y una prosa cargada son sinónimos. Si se pretende leerlo al mismo ritmo que se puede leer, por ejemplo, a la mayoría de las novelas de Stephen King o Ken Follet, estaríamos ante un fracaso anunciado como lectores de Onetti.
Mi recomendación, como lector, es que se comience siempre por los cuentos, la narrativa más breve que tenga ese autor, incluidos —y mejor aún— los poemas. De esta manera, en muchos de sus libros, novelas, sobre todo, que puedan resultarnos complejas y aburridas, podremos comprender mejor el ritmo de su prosa, la densidad de los planos narrativos y los giros no nos asustarán, ya habremos comprendido por dónde va determinado escritor, y de esa manera quizás podamos disfrutarlo, que es la verdadera consagración del lector. Muchas veces ni siquiera terminar de leer un libro es realmente el objetivo, e incluso el final puede no llegar a importarnos, la riqueza de la narración puede colmar y superar esto.